INFIEL A MI MARIDO

Me llamo Laura y soy casada desde hace 19 años, me ha ido muy bien en mi matrimonio. Amo a mi esposo y él a mí. Tenemos 2 hijos ya mayores estudiando en la universidad, todo funciona bastante bien. Digo esto porque de alguna manera lo que nos pasó nunca pude imaginarlo, tomando en cuenta que ambos somos profesionales, adultos, sexualmente satisfechos y diríamos hasta normales como cualquier pareja, todo lo que sabía del sexo El me lo enseño y estaba satisfecha. En cuanto a mí, tengo 49 años, soy de tez blanca, delgada, ojos verdes, buenos senos, cadera ancha, vientre plano, piernas largas y una figura que sin estar "súper buena" podría decir que me conservo muy bien a mi edad, aunque mi madurez se nota en mi rostro, siempre recibo piropos de hombres jóvenes. Muchos han tratado e intentado de llevarme a la cama- y puedo decir que algunos me han gustado-, pero siempre he evadido la situación. Les puedo asegurar que me mantenía fiel aunque me permitía pequeñas travesuras como las llamaba yo- era asidua de los ciber-chats donde no tenía ningún reparo a mostrar mis encantos por la cámara de forma anónima mientras me protagonizaban los ocasionales espectadores una sección de masturbación que invariablemente terminaba con un orgasmo reciproco. Mi esposo Fernando, tiene 55 años, es un poco más alto que yo, más bien relleno, quizás propio de su vida sedentaria, sus rasgos son normales y ya perdiendo algo de lo que fue una linda cabellera. 
Del trabajo de mi esposo -El desempeña un cargo gerencial en un laboratorio- fue enviado a Barquisimeto, a un evento donde daría una conferencia. Sin embargo decidió llevarme a conocer esa ciudad. Tomando en cuenta que sólo iba a dar su conferencia, decidimos quedarnos casi una semana para conocer y disfrutar, algo que teníamos muchísimo tiempo sin hacer solos. Sería como una segunda luna de miel. Aprovecharíamos esa semana al máximo: En el día planificamos pasear por los alrededores, en las noches a bailar y luego hacer el amor que tanta falta nos hacía, pues por el trabajo teníamos algún tiempo que no follabamos. Sin embargo, de tanto caminar y bailar, estuve toda la semana sin sentirme acariciada sexualmente por mi pareja. Una noche antes de regresar las cosas cambiaron radicalmente. Tal vez demasiado. 
Fernando me pidió varias veces que en Barquisimeto liberáramos nuestros deseos, que aprovecháramos que nadie nos conocía allá para hacer cosas que en nuestra ciudad no podríamos, y entendí que hablaba de lo sexual. No lo tomé para nada en serio. Aquella noche comenzó como las anteriores: tras paseos, baile, tragos, me vestí para la ocasión una blusa atrevida que Fernando me había regalado y que jamás me la había puesto por ser muy provocativa, salimos para una discoteca que ya habíamos visitado. Allí conocimos a César, un Barquisimetano de tez morena oscura, debo reconocer que bastante alto y guapo, una mirada que desarmaría hasta la más conservadora de las mujeres, de unos 38 años, muy cariñoso y amable, en su rostro se disfrutaba una linda sonrisa adornada con dos hoyuelos en las mejillas. Lo conocimos al presentarse un incidente tonto en la entrada de la discoteca y unas horas después, ya en el interior del local, se acercó presentándose y nos ofreció la mano, cuando le ofrecí mi mano el apretó mas de costumbre y leí su mensaje pero no di más importancia, El de una manera muy amable le pidió a Fernando si permitía bailar con su pareja. Mi esposo que no es muy celoso y estando ya un poco tomado aceptó amablemente, yo también, pues sentí curiosidad por bailar con alguien de allí, aunque debo confesar que me llamaba la atención ese moreno que en momentos, muy discretamente, lo observe bailando con una chica y lo hacía estupendamente bien, moviendo deliciosamente su cintura y cadera, sin duda sabia bailar y a mí me fascina! 
La pista estaba a reventar, así que César y yo pronto dejamos de ver a mi esposo. Iniciamos el baile muy conservadoramente sin unir mucho nuestros cuerpos, solo esporádicamente y delicadamente, él me tomó de la cintura yo apoye mis manos sobre sus hombros, bailábamos suave y despacio. Luego por la cantidad de parejas bailando tuvimos que bailar muy pegados un set de merengue, también reconozco que bailar con él, así pegaditos, me resultó inquietante. Así apretados, su paquete -casi en reposo- rozaba con mi entrepierna, mis senos se presionaban en su pecho firme, me sentí invadida de deseo por su aroma varonil, su cercano aliento, su mirada tan cerca de la mía, cuando me comentaba cosas sin importancia pero a centímetros de mi oido, sus sólidos brazos, su ancha espalda y su fuerte cuerpo, todo esto fue de un efecto electrizante increíble. Mis pezones reaccionaron inmediatamente endureciéndose, supongo que César también lo notó, era muy provocativo. Siempre he sabido que los jóvenes son muy viriles, ardientes, El no era la excepción, le notaba cierta madurez sexual. Me llegué a calentar hasta sentirme avergonzada por mis sensaciones, mi mente estaba perturbada y mi ansiedad de hembra en celo confundida, yo que nunca he sido infiel, a pesar -hace mucho tiempo- de tener motivos suficientes para hacerlo, salvo los juegos que considero inocentes, que he hecho por internet. Traté de alejar esos pensamientos y sensaciones y seguir bailando. Luego de calentarme y apenarme, terminamos de bailar, mientras caminábamos entre la multitud César me agarraba dulcemente de la cintura para ayudarme a pasar entre la gente. Sentí sus manos firmes y masculinas en mi cuerpo y me encantó, reaccionando coloque mis manos sobre las suyas llevando el ritmo de mi cadera al pasar entre la multitud de parejas una actitud muy atrevida de mi parte-. Luego de ese momento, César se quedó cerca de nosotros, en ocasiones seguía sacándome a bailar, aunque sentí que cada vez eran más los roces, las miradas y la seducción, al mismo tiempo cada vez me dejé llevar más por la situación. En momentos, bailando, me atrevía a colocar mi pierna entre las de él, sentía su pene rígido propio de la erección que le producía el roce con mi entrepierna, llego a mi mente una fantasía sobre el tamaño y diría que era mucho más grande que el de mi esposo, podía sentirlo en mi pelvis y parte de mi pierna, en un momento del baile -una canción que me fascina- decía la letra El amor en una magia, una simple fantasía, es como un sueño, que al fin lo encontreeee. coloque mi mano izquierda en su cuello aplastando mis senos contra su pecho y note como su mano que mantenía en mi cintura se deslizaba suavemente hasta colocarla sobre mi cola, su mano subía y bajaba dibujando totalmente mi espalda y mi falda, su gesto lejos de molestarme me agrado, y se lo hice saber apretando mas mi cuerpo con el de él, me deje llevar por la música cerrando mis ojos , bailando al compas de la música movía mis caderas delicadamente contra su entrepierna, me daba suaves vueltas que yo aprovechaba para introducir mi pierna entre las de él, su mano colocada hábilmente al final de mi espalda me ajustaba hacia él, podía sentir cada unos de los dedos de su mano apretando firmemente mis nalgas. En una frenética lujuria sentí su miembro contra mi vagina y casi llego al clímax y no hice ningún esfuerzo para detenerlo, me deje llevar, quizás por la copa de margarita que había tomado, quizás por la canción que me gusta o la soledad vaginal que me tenia sometida mi marido durante esa semana, aun así, sentí a través de su BlueJean como se deslizaba un gran paquete duro en mi vientre, era un maravilloso baile de placer, abría mis piernas separándolas para atrapar en el interior de mis muslos el cálido pene que se gastaba ese negro bello,. Yo lo disfrutaba inocentemente. Estaba toda mojada y mis pezones a reventar chocaban con su pecho fuerte y masculino que tenia Cesar, mi vagina la sentía agitada y ansiosa. Su perfume y su aliento en mi cuello hacia que me pegara más a su cuerpo, nuestra mejillas parecían fundidas así bailamos un set completo del ritmo del merengue suave, todo esto era extraño para mí, pero a la vez tentador, la lujuria me embargaba pero lo tome como algo sin consecuencias fácil de controlar posteriormente, me encantaba ser dominada y ser deseada, sería solo un momento de picardía que no afectaría mis sentimientos con Fernando, quien en la barra hablaba con el barman sin prestar atención a nosotros. 
Mientras, Cesar en cuanto podía, expresaba halagos a mi vanidad -al fin Mujer- su voz susurrante en mi oído halagaban de manera sugestiva mis senos y mis nalgas, sentía rico tal insinuación. Yo mostraba una pasividad impresionante aunque con algo de vergúenza y miedo, Cesar comentaba como una mujer como yo no había tenido una experiencia extramatrimonial con lo atractiva que era y le asegure con una bella sonrisa que aunque había tenido motivos y oportunidades siempre me había mantenido fiel a mi esposo y esa situación la estaba reconsiderándola en ese momento.
Cerca de las 2 am. Nos dispusimos a irnos, pues mi marido ya se notaba algo borracho. Para ese momento ya los contactos con César eran de los más frecuentes, ya coqueteaba conmigo y porque no ser sincera Yo también lo hacía con él. Sabía que me esperaban sorpresas con este hombre, pero no sabía qué. Su mirada la sentía en el escote de mi atrevida blusa, penetrando su vista que se perdía entre mis senos, muy disimuladamente observaba como se deleitaba entre mis piernas ya que tenía puesto un vestido muy corto color marrón que me queda muy bien y se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel. Ya me sentía invadida de deseo, quizás el tiempo sin tener sexo con mi marido era la causa. Mientras, conversábamos los tres, hasta compartimos una ronda de tragos, yo ya había ingerido tres margaritas, por lo que me sentía divinamente relajada y desinhibida. Salimos de la discoteca como si hubiésemos llegado juntos. Al salir, nos preguntó hacia dónde íbamos. Solo sabíamos el nombre del hotel, así que se ofreció a compartir el taxi para indicarnos el lugar. En el taxi compartimos el asiento trasero, que tampoco era muy amplio. Allí mientras estaba sentada apretada al centro de ambos hombres, pasó por mi mente por primera vez la posibilidad de lo que haríamos luego una realidad. Recuerdo incluso que con mucha discreción, César rozaba mi piel, sobre todo cuando pasamos por algún lugar oscuro, me tocaba suavemente los brazos, yo hacia lo mismo colocando mi mano disimuladamente en su pierna Mire con disimulo su entrepierna, era imposible no mirarlo, jamás pasaría desapercibido, aun mantenía una gran erección, el me miro furtivamente y se encontraron nuestras miradas, sentí como si leyera mis pensamientos a la vez de una gran necesidad de ser observada, con ello me sentía más mojada aun, considere que era algo que podía controlar y disimular por eso jugaba como colegiala con aquel hombre. Al llegar al hotel, de manera sorpresiva le dije a mi esposo que le invitara un trago al amable Cesar. Fernando en estado de ebriedad le ofreció: "porque no subes y no tomamos otro trago". César disimuló algo de pena, se hizo rogar algo pero finalmente aceptó. 
Una vez en la habitación, mi marido le sirvió un trago, pero pronto se disculpó y se fue al baño. Estaba muy ebrio y se escuchaba vomitar en el baño. Para ese instante ya César me miraba diferente, yo no dejaba de coquetear luciéndome para él, le sonrreia cuando me admiraba y halagaba mi figura, sabía que yo estaba excitada, se me notaba, mis endorfinas se sentía en el ambiente. Me miraba de manera seductora, hurgaba mis senos con sus ojos, su mirada sugestiva como con ganas de decirme algo, yo lo recibía con ternura y calidez, era evidente que algo pasaría. 
Mi esposo salió del baño muy borracho. Se había quitado la ropa, dejándose sólo su bóxer. Sin decir nada se lanzó a la cama y allí quedó como muerto. César, tratando de disimular, dijo: "bueno, mejor me marcho" y simplemente se levantó. Yo, un poco decepcionada, lo acompañé a la entrada de la habitación. De pronto pensé que hasta ese momento había llegado la aventura. Allí se me acercó de nuevo, como para despedirse, pero nuevamente el roce de su piel, la química entre nosotros me traicionó de nuevo. Disimulando darme un beso de despedida, terminamos besándonos. En realidad fui yo quien busco su boca, su beso de despedida en la mejilla tardo lo suficiente para colocar mis labios sobre los de Cesar. Primero suavemente, rozando nuestros labios, los míos delgados con los suyos gruesos y ardientes, luego vinieron los besos con pasión. La lengua de César desató mi lujuria, allí perdí toda capacidad de ser fiel, la excitación me llevó a perder toda racionalidad. Allí pegados a la puerta de la habitación nos besamos con lujuria, nos comimos las bocas, beso mi cuello y mordió mis hombros, sus manos firmes despeinaba mi cabello, sentía sus caricias por todo mi cuerpo., nuestras lenguas se trenzaron en una batalla sin final, que rico besaba ese hombre. Voltee para ver a mi esposo, que aun seguía rendido en la cama, con ese movimiento le di la espalda a Cesar, El se coloco detrás de mí y puso sus manos en mi cadera y me apretó hacia El. pude sentir entre mis nalgas, la formidable erección que se estaba generando, me calentó a morir, su respiración entrecortada en mi cuello me erizaba aun más la piel y más cuando su lengua jugaba con el lóbulo de la oreja acariciando y descubriendo toda piel sensible al placer. Yo movía, frenética de deseo, la cadera para sentir el roce de su pene contra mis nalgas, mi cuerpo empezó a contagiarse de esa calentura que de pronto a las mujeres casadas y sedientas de verga nos asaltan de vez en cuando, me agache un poco ofreciéndole mi trasero, cerré mis ojos y me invadió la lujuria, me vino a la mente toda esa fantasía erótica que había tenido con la imagen de hacer el amor con un negro cierta vez que se había masturbado un chico de color frente a mi PC por internet. Esa posición erótica hizo levantar mi cola y restregarme en su órgano como estudiando con ellas el tamaño, el grosor de su pene y su dureza, tengo que aceptar que mis nalgas es una de las dos cualidades sexuales que más les encantan a los hombres después de mis senos- claro, fue un regalo de mi esposo cuando hace un año cumplimos el aniversario, quiso que me inyectara 1.800 cc, aunque pensaba que deformaría mi cuerpo, el resultado fue unas nalgas grandes redondas y llamativas. Esas mismas nalgas tenían a Cesar electrizado de placer. Sentía su erección como golpeaba, restregaba y se deslizaba entre mis nalgas El Subió sus manos a mis senos y comenzamos a acariciarnos a pocos metros de mi esposo, quien dormía profundamente. César aprovechó para acariciar mis senos, sobar mi cuerpo, luego de voltearme nuevamente yo le sobaba su espalda musculosa, sus fuertes brazos, era un verdadero macho!. Metió la mano debajo de mi blusa y subió mi sostén, manoseó mis tetas, se detuvo con pasión en mis erectos pezones. Yo ya no me resistía, me dejaba llevar por la pasión, olvidándome por un instante de mi esposo ebrio cerca de nosotros. Me sentía una adolescente que es tocada por primera vez por un novio. César bajó su cara para dedicarse a lamer mis pezones, a chupar mis senos, algo que me encanta y me excita. Viéndolo hacerlo me volvió loca de ganas, pero también me permitió por primera vez en minutos levantar la mirada hacia donde estaba Fernando dormido, semidesnudo, boca abajo, ajeno a mi infidelidad. Sentí remordimiento, pasó por mi mente la idea de detener a mi amante, sumergido en mis tetas, chupando, pero honestamente no tuve fuerzas, estaba demasiado excitada, apenas tuve fuerzas para separar suavemente con mis manos a quien me producía ese enorme placer. 
César interpretó ese gesto más bien como un reto, un desafío. Me volvió a besar y me haló hacia el interior de la habitación, no quería ceder ni un milímetro al terreno ya ganado. ?Estábamos al lado de mi esposo ebrio! Allí se quitó su camisa, descubriendo un pecho cuidado, un cuerpo varonil, definitivamente era un negro bello. Trató de hacer lo propio conmigo, pero estando al lado de Fernando me traté de negar con gestos halando mi blusa hacia abajo y negando con la cabeza al tiempo que miraba a mi esposo. Era obvio que mi negación tenía más que ver con el hecho de que allí estaba mi esposo a que no tuviese ganas de follarme ese negro bello. Así lo comprendió César, quien tiró una de las almohadas al piso alfombrado de la habitación, en un gesto a invitarme a hacer el amor en el suelo, dado que la única cama estaba ocupada por mi ebrio marido. Me pareció descabellado y arriesgado, considerando que si se despertaba podría arruinar 21 años de matrimonio, todo el amor que le tengo a mi marido, nuestra bella familia, todo pasó como una rápida película por mi mente y seguí negándome con la cara, aunque mi vagina estuviese ya empapada, mis palpitaciones a millón, mis manos temblorosas y sudorosas y mis pezones casi reventaban. Era un mar de contradicciones. No sé cómo se le ocurrió a César pensar que desnudarse ayudaría, pero acertó. Su próxima acción fue desnudarse. Se desató sus ajustados jeans y bajó suavemente su ropa incluyendo el bóxer blanco, dejando al descubierto un hermoso pene erecto, me recree con su cuerpo desnudo. Dios mío! Me sorprendió su gran tamaño. Aunque me dé pena decirlo, César estaba muy bien dotado. Quede como hipnotizada mirando ese pene erecto apuntando hacia el techo, sus venas marcadas parecían estar a punto de reventar, su cabeza roja en forma de hongo hacia contraste con el negro de su cuerpo, confieso que me asuste por un momento, nunca pensé que Cesar pudiera tener semejante instrumento, mi silencio fue cómplice, Me miró fijamente, aunque yo no podía de dejar de ver su tremendo cuerpo. Recuerdo tuve varias parejas antes de Fernando, honestamente no crei haber estado antes con un hombre así. Quien sabe porqué, pero cuando pasan cosas así, es inevitable para una, comparar la verga, los brazos o lo que sea, con la del marido de uno. (Hay personas que dicen que el tamaño no es lo que importa, pero siento que es una hipocresía afirmar cuando todas estamos deseosas de tener el pene más grande alojado entre nuestras piernas, no conozco mujer que no desearía tener a este negro desnudo en su cama, muchas, como yo, nos conformamos con el tamaño de nuestros maridos, pero otras más atrevidas y arriesgadas a quienes admiro- lo toman como un reto y finalmente obtienen su trofeo, un buen sexo con un pene grueso.) Cesar se zafó con los pies sus tumbados pantalones, su bóxer y sus zapatos, quedando completamente desnudo. Me sonrió con dulzura y se acercó de nuevo, mientras yo, prácticamente al lado de la cama donde Fernando dormía su borrachera, estaba petrificada. Recuerdo muy bien las sensaciones de extrema excitación, podía escuchar mis propios latidos, mi respiración se hizo profunda. Era evidente mi estado. Nuevamente me besó, de nuevo con mucha dulzura. Mis barreras de señora casada se desvanecían. Repetimos con exactitud la escena de los besos apasionados, las caricias, ahora yo acariciaba su torso desnudo, de nuevo metió mano debajo de mi blusa, mi piel se estremecía con sus manos, mis pezones respondían a sus caricias y suaves pellizcos. A diferencia de hace unos minutos, hice yo un gesto, alcé los brazos hacia arriba, como pidiendo que me despojara de la prenda, así lo hizo. También con maestría soltó el sostén. Quedaron al aire mis senos, que modestia aparte (que lo digan los que los han visto en internet) son muy lindos, firmes, redondos, con algunas pecas y con unos bien formados pezones oscuros. César quedó extasiado con la vista. Gastó unos segundos que parecieron minutos mirándolos embobado. Reaccionó acercándose a seguir con su rica labor de mamarlos, lamerlos, comérselos. Yo llevaba mi falda marrón que me hace buena figura, así que el siguiente paso fue soltarla. Lo hizo y bajó de un golpe mi falda y mi sexi hilo negro que pensaba estrenar con mi esposo, quien ahora dormía al lado de esta escena erótica en la cual no estaba invitado. 
Ya desnudos no había más que hacer. Olvidé por completo, aunque suene increíble, siquiera que Fernando estaba allí. César me haló con delicadeza al suelo alfombrado y allí nos entregamos a la pasión. Comenzó a besar mi cuerpo, claro que de nuevo los senos fueron sus predilectos. Bajó lentamente a mi vientre, a mi vagina depilada y húmeda, deseosa de su boca. Enterró su cabeza entre mis piernas, sentí su aliento tibio en mi gruta sexual, Comenzó lamiendo mis labios vaginales, mojados, trémulos de deseo, sentía corrientazos de placer que hacían temblar mis piernas. Yo gemía suavemente, suspiraba con profundidad con cada chupada, cada lengúetazo. Mis manos sujetaban su cabeza enterrando mis dedos en su cabello crispado. De allí paso al interior, al fruto deseado, lamió mi clítoris y sentí que me paralizaba de placer. Sentí un cosquilleo recorrer todo mi cuerpo, y solté un sonido desde mi garganta: ??AAAGG!! Sin tomar en cuenta que mi esposo dormía la borrachera arriba de la cama. De los lengúetazos pasó a comerse mi vagina, abría la boca como queriendo tragarse mi concha, mis labios vaginales, mordía goloso mi clítoris, volví a suspirar profundo cuando hundió su lengua larga dentro de mí, sentía morirme sentía que tocaba el cielo, al fin había conocido el paraíso, Nunca imagine o paso por mi mente, la existencia de un macho que hiciera flaquear y eliminar todos mis principios, valores, tabúes, de mujer fiel y señora respetada.
Yo estaba a punto de explotar, hasta que, con la lengua hábilmente me masturbó y pronto vino mi primer orgasmo, cálido, profundo, eléctrico, divino. Apreté mis piernas contra su cabeza sintiendo oleadas de placer, parecía un momento interminable y así lo disfrutaba totalmente. Convulsiono mi cuerpo con una total entrega. Volví a soltar un sonido de placer, esta vez un mugido mas ronco acompañado de mi cuerpo arqueándose, poniéndose tenso hasta en el último músculo. De allí mi amante espero unos segundos y subió de nuevo besándome suavemente el vientre, lamiendo mi estómago, impregnándome de mis jugos. Llegó de nuevo a los senos y claro que volvió a chuparlos, su oscura piel brillaba de sudor, noté como su cuerpo se arqueaba, ya sabía para que. Abrí las piernas a sabiendas de lo que hacía, consciente (?o no) de lo que seguía. Pronto sentí su duro pene rozando mi sensible clítoris, estaba deseosa de ser penetrada, de sentirlo entrar. Se tardó una eternidad, así lo sentí, rozaba con su palo la entrada, se mojaba con mis jugos, hasta que yo misma en mi desesperación empecé a maniobrar mi cadera para hacerlo entrar. Fue un alivio divino. Sentí como una lanza ardiente entraba en mí ser. Me quemaba de placer, la empujó suavemente disfrutando del estuche que abrazaba su herramienta, dilatándola al máximo que sentí que me iba a reventar, me hacia gemir y gritar de locura, gritos ahogados de placer, tuve que taparme la boca para que no se oyeran mis jadeos y gritos. Sentí que era más grande y más grueso que el de Fernando, nunca había sentido un varón así. No sé como exactamente sucedió pero logro meterlo hasta el fondo y lo dejó inmóvil unos segundos quizás para que se adaptara a su tamaño. Mientras me poseía sentía que era un pene diferente al que siempre había tenido, la sensación de penetración era más profunda cuando se contraía mi vagina. Mi esposo me había dicho que él sentía apretar su pene cuando estaba haciendo el amor conmigo, Fernando sentía algo de succión, pero con ese enorme pene no creo que me permitiría succionar nada más. Así aprecié con sumo placer su grosor, su textura, su calor, solo me dejaba hacer y disfrutaba de algo que nunca pensé que pasaría, gemía y sollozaba de placer. Comenzó a bombearme, con profundidad, como si quisiera traspasarme, sentí un infinito placer al sentir mi vagina llena totalmente por ese pene. Quise apreciar como entraba y salía y me coloque para ver como ese gran palo se deslizaba y recorría toda mi vagina húmeda, pude ver con detalle cuando salía su venoso pene lleno e impregnado de mi flujo blanquecino, estaba erotizada de placer, movía mi cadera frenética y rítmicamente frotando mi clítoris con ese enorme rabo, haciendo que el arremetiera más duro hasta que sentí que se estremecía. Una y otra vez entraba y desaparecía dentro de mi vagina ese órgano inmenso y caliente quemando mis entrañas de un placer indescriptible, Respiraba sobre mí y yo soltaba gemidos suaves de placer. Se levantó sobre si para tomar en sus manos mis tetas. Las pellizcaba, se agachaba a lamerlas, era todo un macho sobre mi cuerpo, haciéndome suya. Así estuvo un buen rato, hasta que ya mas decidida lo abracé para rodarnos y quedar sobre él. Cuando allí estuvo comencé a cabalgarlo. Me metía lo más profundo que podía ese gran palo, a veces suavemente, a veces acelerando. Él no cabía en su placer, chupaba mis pezones, mallugaba mis tetas, apretaba mis glúteos, alcanzaba a meter un dedo en mi ano. Era todo un semental. 
Luego de tenerlo así un rato fue que me incliné más hacia arriba. Mientras lo cabalgaba, en ángulo de 90? mi rostro quedó a la altura de la cama. Sin querer volteé a un lado y allí estaba: Fernando dormido, boca abajo aunque noté que en otra posición de su cuerpo. Ebrio, inocente, ajeno a mi infidelidad. Me sentí como la peor mujer del mundo, la perra más grande del mundo. Contrario a lo que cualquiera habría hecho, eso me excitó aún más, la sensación de ser descubierta, el atrevimiento de hacerlo junto a él, fue una sensación que se añadió en ese momento. 
Tras la cabalgada exquisita, César me movió para que bajara, allí vi su pene duro, rígido, enorme. Me tomo la cabeza, presiono suavemente hacia abajo y entendí su mensaje, mi amante quería le mamara su pene y no se lo iba a negar, así que lo hice con la mejor dedicación que haya tenido, lo hice tumbar boca arriba entre las almohadas le puse unos almohadones bajo su cabeza, no quería que se perdiera detalle de mi actuación, lo tomé en mi mano y sin más comencé a mamarlo, cogí firmemente ese encantador miembro y lo metí en mi boca de golpe hasta donde pude, empecé a moverlo, lo sacaba hasta el fondo para volver a chuparlo hasta el final, esas succiones largas y profundas lo ponían malísimo tras esa intensidad inicial, ahora tocaba mamada lenta, sin prisas, pasar la lengua por su miembro por completo, dar vueltas mojando y empapando bien ese glande que brillaba con mis caricias, seguí succionando rato, mientras con la mano derecha acariciaba sus testículos duros como piedras, y con la izquierda jugaba con los pliegues del ano introduciendo mi dedo índice al mirar hacia arriba y ver sus ojos de deseo volví a seguir con mi fantástica felación, esta vez mirándole a los ojos, devorando su polla por completo sin dejar de mirarlo, pasando la lengua arriba y abajo, ahora eran sus testículos los que desaparecían en mi boca y a mí me encantaba esa especial suavidad que tienen, y qué decir de él, ya hacía rato que no paraba de gemir y suspirar, volví a meterla en la boca, esta vez ya si a conciencia, una buena mamada sin prisas pero sin pausa, es un placer inacabable que me encanta prolongar. Así que el mete-saca iba in-crescendo, sus gemidos también, la humedad en mi boca se mezclaba con sus jugos iniciales, y sin dejar de chupar seguía acariciando, más fuerte, y más intensa, sus piernas se tensan, decelero y lo dejo al borde del orgasmo, me grita "mami no pares", lo miro sonriendo, me encanta tenerlo bajo mi control, y vuelvo a chuparlo y a succionarlo, más profundo, mucho más mojada, hasta que vuelve la tensión, sigo chupando y chupando hasta que siento que debo parar, lo dejo inmóvil dentro de mi boca. Chupo su cabeza, Lo saboreo, cerré mis ojos disfrutando de ese pedazo de verga venosa en mi boca, la sentía tibia y de vez en ves palpitaba, Sabía a mis jugos, algo que con mi marido nunca he podido hacer, porque siempre me ha desagradado el sabor de una vagina. Pero allí era distinto, tenía al pene oscuro y venoso de César en mis manos y no podía evitarlo. Seguí lamiendo, mis labios formaron una O alrededor del tallo de su palo, subí y bajé, lo suficiente hasta poner esa verga dura, durísisisima, como el acero,. Lo chupé un buen rato. Masturbé con mi boca ese falo. El busco la posición del 69 y aprovechó para meterme su boca y su mano, acariciar mi vagina, meter uno o dos dedos en mi vulva, manosear mi clítoris, jugueteó con un dedo en mi ano, el cual estaba también mojado por la cantidad de jugos vaginales. No resistí mucho, necesitaba ese palo dentro de mí nuevamente. Leyó mi pensamiento, yo estaba a gatas, allí en cuatro patas vino por mí de nuevo. De un golpe divino metió su pene en mi vientre encajando completamente todo su sexo dentro de mí. Jadee cuando la cabeza de su verga traspasó los pliegues de mis labios vaginales. Comenzó de nuevo con su bombeo. No sé por qué razón del destino pero cuando levanté la mirada de nuevo estaba allí. Su rostro dormido, entregado a su sueño como yo a mi amante. Sentí de nuevo esa sensación, al punto de sentir que venía un segundo e inmenso orgasmo. Aceleré los movimientos y César, que con sus manos tocaba, pellizcaba, sobaba, aceleró también. Sentí nuevos corrientazos, tensé mi cuerpo y lancé un gemido más fuerte, empecé a eyacular porque me salía un montón de flujo viscoso y blanquecino que mojo todo el pene de Cesar, que placer!, que orgasmo de maravilla. No sé cómo Fernando no se despertó con ese ?Aaagggg, Aaayyy! Que recuerdo claramente que hice. Pensé que tras la acabada, César sacaría el pene y me dejaría descansar, me equivoqué. Sacó su pene de mi agotada vagina, empapado, para comenzar a meterlo en mi ano. Estaba dilatado por el juego previo, me retire en ese instante y fui a buscar un aceite que Fernando compro para cuando hacemos el amor anal, regrese y se lo di para untar mi ano, Cesar delicadamente coloco unas gotas en mi dilatada cola y una buena cantidad en su negro pene, lo tome en mis manos y le ayude a apuntalo directamente en mi ano. Así que no se resistió nada. Mentiría si digo que no me dolió, pero sentí placer darle a ese negro bello mi culo. Mi ano no es virgen, pues ya Fernando lo ha desflorado hace años y de vez en cuando se lo doy a probar. Pero con Cesar era distinto, sentía rígido y erecto su pene, César metió su palo sin problemas, suavemente, dejando pacientemente que el esfínter se dilate. Él gemía mientras sentía mi orto abrirse. Volví a ver al rostro dormido de mi esposo. Ya mi descaro era tal que no tenía remordimiento en verlo con desenfado, penetrada en mi ano por un macho en su presencia. Creo que César notó en ese momento mi actitud desafiante y retadora, quizás por los recuerdos en el pasado de sus infidelidades, mi mirada retadora a mi esposo en profundo sueño hizo que Cesar me empujara para que subiera mi torso a la cama. Parece una locura pero lo hice, subí la mitad de mi cuerpo a la cama, dejando mi cola colgada, bien respingada para seguir siendo follada analmente. Así quedé tan cerca de Fernando que podía tocarlo, no resistí. Por alguna perversa razón empecé a acariciar el torso desnudo de mi esposo, metí mi mano en su bóxer acariciando su flácido pene, mientras la cama se balanceaba por los embates de César metiéndose en mi ano. El ritmo frenético me hacía estremecer de nuevo, tal vez ayudado por la acción de tener así a mi marido. Empecé a besar su espalda, él, ebrio y dormido, no reaccionaba a mis besos ni al movimiento rítmico de la cama o a los gemidos de placer de César. Sentí que mi amante estaba cerca de acabar y supuse que quería hacerlo en mi ano. Me concentré en moverme a su ritmo, haciendo que ese negro formidable empezara a bramar de placer. Primero sentí la dureza propia del pre-orgasmo, tenso su cuerpo sobre en mío y pude sentir las pulsaciones de su pene, sentí una gran cantidad de líquido caliente en mi culo, palpitaba dentro de mí y en cada contracción me llenaba de su semen al tiempo de lanzar un gemido de placer indescriptible. A esa altura ya yo estaba sintiendo ganas de un nuevo orgasmo, pero mi amante estaba listo. Mi amante acabó y se acostó sobre mí. Ahora éramos los tres sobre la cama. Estaba agotada, pero también excitada. El cansancio, los tragos, el sexo ardiente y los orgasmos sentidos nos derrotaron. Parece insólito pero fue cierto, nos quedamos rendidos en la cama, apenas tuvimos fuerza para terminar de subirnos a la cama. Fernando ni siquiera sacó su gran pene de mi cola, aun en estado de reposo podía sentir su firmeza. Subió clavado a mí y allí quedamos. Dormidos profundamente, seguros de que mi esposo, ahora cornudo, no despertaría en un buen rato. Nos equivocamos. 
Lo que ocurrió poco después evidentemente fue mi esposo quien me lo contaría tiempo después, pues en ese momento yo estaba dormida. Mi esposo, seguramente ya pasado el efecto del licor y tal vez ayudado con las sacudidas y los gemidos, despertó lentamente de su sopor. Lo primero que sintió fue mi presencia desnuda a su lado, algo que no era extraño a él. Sin moverse tocó mi cuerpo desnudo, aún ignorando lo ocurrido. Pero mientras se reponía levantó su rostro de la cama, descubriendo que no estaba sola. César, profundamente dormido, abrazaba por detrás mi cuerpo inerte, acoplado a mi cadera como quedamos tras la increíble follada, aun penetrada por ese negro pene. Me contó Fernando sus sensaciones, sus primeros pensamientos, pero igual me imagino su asombro. Su amada esposa, su mujer, en esa posición, evidentemente derrotada por una ración de sexo ajeno. Ahora bien, conociendo como creía conocer a mí marido me hubiese imaginado una típica reacción: golpes, gritos, hasta un crimen pasional. Pero ?NO! Como si de cualquier cosa natural, se levantó, fue al baño, supongo que hasta habrá llorado de la rabia, pero me contó que el resto de la botella de whisky que traíamos y con la que pretendió invitar a César, se la tomó directo de la botella, sentado contemplando a los amantes, quienes satisfechos dormíamos ajenos al descubrimiento. Los tragos, el dolor, la escena erótica, la rabia, no sé. Pero lo cierto es que Fernando, ya con el resto de la botella de licor encima, se acercó a mi cuerpo desnudo y comenzó a acariciarme, como solo él sabe hacerlo. Como cuando me despierta excitada para un "mañanero", pasó a lamer mis pezones relajados, me movió con discreción para separarme de mi amante quien saco su pene semierecto de mi cola, quedando yo boca arriba, con las piernas semiabiertas. Allí empezó a comerse mi concha, olorosa a sexo y semen ajeno, pero evidentemente que él sabe cómo despertar mi erotismo, me encanta cuando su lengua juega con el clítoris. De hecho, les cuento que muchas veces me ha despertado con esas caricias, esas mamadas y para cuando ya estoy consciente ya está follándome rico. Eso fue lo que hizo. 
Empezó mi esposo su tratamiento de excitarme dormida, con lamidas, caricias y besos. Degustaba mi vulva, La parte cumbre suele ser comerse mi concha. Yo abrí las piernas y sentí un gran placer, comencé a gemir y mi cadera temblaba en cada jadeo, aún semidormida y olvidando lo que había ocurrido hace poco. Estaba tan agotada que, dentro de mi gran excitación, sólo me dediqué a sentir placer, ajena de que mi amante anterior seguía allí. De repente, como mi esposo suele hacer en esos casos, subió sobre mí y comenzó a penetrarme de lado. Aún semiconsciente, sentía su suave bombeo como algo exquisito. Estaba absolutamente fuera de mí, excitada, sorprendida, halagada. Claro está que con todo esto fui terminando de despertar. Lo primero que descubrí al abrir los ojos era que había apagado la luz, por lo que por un segundo ni siquiera estaba clara de donde estaba. La habitación se encontraba completamente oscura. Poco pasó para que terminara de caer en cuenta de lo que ocurría. Mi marido me follaba al lado de mi anterior amante. ?Me petrifiqué! Abrí con fuerza mis ojos hasta descubrir que César dormía tan cerca de mí que aún tenía contacto físico con él, podía tocarlo. Estuve aterrada sobre lo que ocurría hasta que, con el movimiento noté que César despertaba lentamente de su sopor sexual. Volví a mirar a mi esposo y no pude evitar sentir mucho placer de su follada. Era una mezcla de placer, miedo, sorpresa. No me atreví a decir nada, no entendí porqué lo hacía. César fue despertando y no tengo idea que pensaría cuando, ya consciente, entendió que allí estaba yo follando con mi esposo. No sé qué pensó pero puedo suponerlo. Imagino que este chico pensaría que yo era alguna ninfómana insaciable y que quería más. Lo digo porque su reacción fue la de empezar a tocarme, a acariciarme los senos. En la oscuridad distinguí quien era cada quien, pero no sé si Fernando estaba buscando esto. Sólo se dedicaba a cogerme como lo que era, una puta. 
Fernando se levantó sobre mí, no sé si para invitar a César a meterse en la fiesta. Pero apenas subió su cuerpo, César se abalanzó sobre mis tetas. Las chupaba, yo aún no sabía qué hacer, aunque claro está me excité muchísimo con aquello. Tras salir de mi estupor unos segundos y dominada por la excitación de estos dos amantes, decidí entregarme al placer. Extendí mi mano para comprobar cómo estaba el pene del bello negro. Ya estaba en su punto. Lo masturbaba mientras mi marido me follaba. Lo jalaba de arriba abajo aunque mi mano quedaba pequeña ante tremenda erección, Como suele pasar, me giré sin sacarlo para quedar en cuatro patas. Allí Fernando se aplicó a bombearme con fuerza, en follarme a su gusto, y al mío, aunque esta vez, supongo por el momento, me penetraba con fuerza, casi con furia. César se colocó frente a mí y me colocó en la cara su pene erecto. No perdí tiempo en comérmelo, lo chupaba al ritmo de las penetraciones que recibía de mi esposo, quien gemía de placer. Ya a esta altura estaba en éxtasis. Follada ahora por mi esposo, mamándoselo a mi amante y por mi mente pasaba como una película la sesión de sexo que había tenido antes. Luego de ser follada de esta manera, Fernando se acostó en la cama y me atrajo para que subiera sobre él. Allí me subí, clavándome su palo en mi dilatada vagina. Seguí con la cabalgata unos segundos, abstraída e ignorando a mi otro amante, hasta que lo sentí detrás de mí, acariciándome, lamiendo mi espalda. Comenzó a montarse detrás de mí hasta colocarse en posición de hacerme una doble penetración. Mientras follaba a mi esposo, César comenzó a acariciar su pene en la entrada, metiéndose poco a poco. Noté como Fernando, acostado plácidamente debajo, colaboraba con la maniobra de quien se había follado a su mujer, quedándose quieto. Me sentía llena totalmente al tener un pene en mi vagina y otro en mi ano. Comenzaron a moverse tímidamente. Me excitaba la sensación, el trío exquisito y ardiente, jadeaba con sonidos débiles y largos, tenía ganas de acabar pero necesitaba seguir. Mi cuerpo reaccionó al insano placer prohibido que experimentaba, nunca en mi vida me había imaginado eso pero ahora mi cuerpo lo aceptaba y lo peor que lo disfrutaba. Sus cuerpos se movían a su antojo, con pequeños movimientos laterales de cadera, disfrutando de mis intimidades. César sacó su pene de mi ano, y se quedó arrodillado a un lado, luego lo coloco en mi boca y me trague todo lo que podía de su pene, cubierto de saliva me sujetaba la cabeza con sus dos manos acompañando sus movimientos de cadera, ya nos se la chupaba literalmente me estaba follando por la boca, era un acto de dominación mientras yo seguía montada sobre mi esposo. Él sabe que en esa posición me encanta acabarle. Cabalgué con fuerza, hasta que sentí que tendría un enorme orgasmo, tanto en el interior de mi vagina como en mi clítoris. Allí, ya sin frenos ni límites, grité mi orgasmo, gozándolo al máximo, sentí deseos de morder el pene de Cesar, y creo que así sucedió, ajena a mi pecado o a la presencia de mi amante. Lógico que tras esa acabada inmensa, caí sobre mí esposo, quien me movió suavemente para dejarme sobre la cama. Allí se acercó arrodillado sobre mi cuerpo inerte y le hizo una seña a César que evidenciaba que me follara. Sin pensarlo, el negro se lanzó sobre mí, metiendo sin más su palo en mi ya agotada concha. Lo metió con la evidente actitud de acabarme dentro, de llenarme una vez más de su leche. Mientras me bombeaba con frenesí, mi esposo comenzó a masturbarse sobre mi cara. Nunca había permitido que me acabara en la boca, la sola idea siempre me resultó desagradable, pero en ese instante ansiaba que me llenara la boca de su leche. César se colocó de manera de permitirlo, al tiempo de gruñir y bombearme con mucha fuerza, hasta que al fin se vino en mi vagina, se convulsionó dentro de mí, y sentí su espeso semen dentro de mi vulva, saco su enorme órgano y demoró encima mío disfrutando y llenando con el resto de su semen caliente mi vientre, respiraba agitado me sorprende cómo pudo sacar tanto después de la acabada que tuvo en mi ano. Mi esposo, al ver la escena del orgasmo del macho, toda embarrada de semen escurriendo de mi vagina, respondió con un orgasmo rico, un enorme baño de leche que cayó sobre mi boca, eyaculaba sin contención mi cara, hasta me imagino que chispeó a César. 
Los amantes estábamos agotados, satisfechos. Yo me quedé inmóvil sobre la cama. De repente Fernando, reaccionó diciéndole de manera dura a César: ?bueno, ya lárgate! La firmeza de mi esposo atemorizó un poco a César, quien se levantó mirándome, se fue vistiendo sin quitarme la mirada y salió por la puerta sin despedidas, sin decirme nada. Dejándome confundida, sentí remordimiento y pena por mi esposo pero no era tan angustiante sino más bien de satisfacción y placer por mí. Había descubriendo cosas nuevas en mi comportamiento sexual, no sentía arrepentimiento. Luego, sin decir una sola palabra, Fernando se acostó a mi lado y se durmió como si nada. Casi ni hablamos hasta regresar del viaje, en el automóvil apenas hablamos. 
Luego vendría una cierta crisis que creo bastante superada. Me contó los detalles que acá les cuento y aparte de eso fuimos conversando ciertas cosas, aunque tampoco me explicó su actitud. Ahora, a casi un año de aquello, les confieso que recuerdo con cierta nostalgia a César, mi moreno amante, a veces me he masturbado pensando en esa experiencia, en aquella noche en la que dejé de ser una esposa común y corriente, porque esta experiencia fue fatal, allí se quebró toda la fidelidad a mi marido, de una mujer que rechazaba las invitaciones de los hombres que conocía a una mujer arriesgada que difícilmente se negaba a alguna salida gratificante que fuera, el único requisito: un hombre sano atractivo e interesante. Allí empezó mi doble vida y una aventura sexual que ni yo misma me imaginaba podría suceder, nunca pensé en serle infiel, pero sucedió sin quererlo ni planificarlo Hoy soy una mujer infiel y que a fuerza de cuernos acostumbré a mi marido a aceptar sin oposición mis aventuras extramatrimoniales

No hay comentarios:

Publicar un comentario